lágrimas de bronce fundido
y el sudor barniza la piel furtiva
de un ensueño sesteado.
Noches de grillos enamorados
y lunas insolentes
que desvelan los rincones
donde las pieles se reclaman.
Entre tanto,
el viejo poeta bebe cerveza helada
que le aplaque el ansia
de lo ya vivido,
de lo derrochado.