Así, en lo incompleto,
en lo que uno habita,
se cuestiona el para qué la insistencia.
Bien estuvo ya librar a base de cuchilla
y casi compensó,
casi, digo,
el asumirse respirando en lo subsidiario,
en lo recóndito y mudo.
Asumirse mudo y conseguir obviarlo,
comunicarse a eructos y normalizar lo grotesco,
lo grotesco pero honesto,
honrado,
veraz y fiero.
Y en el reinvento andaba.
En esto todo,
en esto nada
y en esto que sí,
que podría pasar
y pasar, pasó.
Pasó y volvió con ansia
y lo incómodo es cotidiano,
periódico y continuo,
sin tregua ni pausa
y la pelea no da pie a relato amable.
Hubo químicas devastadoras,
radiaciones lesivas y heróicas,
como de última hora, terapia nueva
que lidia sin ruido y sin eficiencia reseñable
mientras uno empuja una espita que escapa
del cuello que debería proteger,
abrir para que el aire halle canal
o branquia de pez danzante
y el dolor,
el dolor que duele y se tolera
por saberse aunque solo por eso fuera.
Y fuera vino el virus que nos encerró dentro
amenazante,
sumando tentativas homicidas,
arrasando los ánimos
con cardinales cadáveres despreciados.
En esto os digo que será,
que por mí no quedará
pero no soy escuela de optimismos
y en los días me desgrano vivo
en lo que vivo,
cansado en la erosión de acantilado
sin rendición mas sin hazaña.
Vivid pues en tanto os dejen,
en las verdades amables,
en las crueles,
como bien gustéis en lo que elegir pudierais.