Tendrá que ser así,
masticar correaje viejo
que viene vestido de legajo de ausencia.
Mal se digiere tropezar con hongos parlantes,
asientos de budas violáceos,
que anhelan la espina de injertar en los claveles.
¿Pero es que no te das cuenta de la voz de escama
que lava tus ojos realquilados?
Sigue así,
sembrando capiteles
mientras las ánforas se inflaman
de jugo de linterna.
Dichoso es el salmón timbrado
que busca destino
en la entrepierna de una voz perdida,
perdida y perdedora
en la baraja de sobres analgésicos.
Pero mientras tanto, joder,
muesca de hueso
en la tos de las mañanas pespuntadas.
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