domingo, 29 de noviembre de 2020

PARTE DE NOVEDADES

El hombre de centeno siguió instrucciones. 

Acuartelado y doméstico, 
de compañía arisca de felino 
en ronroneo discreto, 
condescendiente, 
más temeroso que heroico, 
más paciente en lo resignado, 
se recreaba en ocasiones mutando 
hacia lo ofidio, 
ahora que le daba igual 
y reptaba en la observancia 
de las evoluciones de la fauna ilustrada 
en sus rituales, 
los que musicaban el nuevo ecosistema. 

El hombre de centeno, 
rupestre por pereza, 
ilustró las bóvedas de su caverna con rostros, 
a mano alzada de criminal convicto, 
por aprender labores que nunca ejercería 
y gastar segundos de tiempo regalado. 

Nunca estuvo solo, 
padecido es en el aspaviento del cereal mudo, 
con la ternura justa para afrontar los cierzos, 
la más que justa y dudosamente merecida. 

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