A veces escucho al árbol que me llama.
No contesto y me envía hojas doradas
o gorriones borrachos de trino monocorde.
Desde el torreón me distancio de la especie
y me siento monolito a la deriva en las mareas,
poco más,
poco más para alianzas y disidencias
y todo me importa casi nada.
A veces escucho al árbol que me increpa
para que examine semejantes
y a veces le digo que en las raíces obtendrá toda respuesta,
por burlarme,
por mostrarme oleico,
impermeable.
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