seguro,
en la época de las demoras,
de las llamadas programadas en casa ajena
y el lujo de los locutorios.
Seguro que sí,
que os acordáis de corresponder la correspondencia.
Cuando esperabais palabras y no productos,
palabras palpables en crujiente y mancha
y relatos diferidos,
literarios ya de históricos
pues lo inmediato no era el requisito.
Seguro que recordáis
y para qué nos valía,
para nada, al cabo,
para nada.
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