Me desquicio.
Me desquicio en demasía
y sobredimensiono
pero no me importa.
A veces me besan en el quicio,
en el quicio de la puerta más sobreactuada,
sobredimensionada puerta
la de Alicia que aquí me dejó
desde el último té.
Pero desquiciado me sabéis,
que nunca estuve en el umbral
y desarbolado navego vuestras aguas fecales,
¡oh!
estercoladores de belleza,
fertilizantes y fértiles parturientos,
paridores que parís
y en París os añorarán siempre
desde aquello de los adoquines.
Me desquicio
y pretextos tengo,
coartadas también,
para la demencia y el desafuero
de los arbustos que me inflaman
en sostén neumático
y de los que optarían
por canónigo linchamiento.
Me desquicio y lloro tanto.
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