Todavía hay quien recuerda aquellos días
de las golondrinas en las manos
que exploraban bajo las camisas los pliegues
donde anidar un rato.
Las noches de concierto y humo prohibido,
humedades robadas a lengua en torsión
y los salados sudores que dejaban regusto
en los labios al volver a casa,
donde soñar evocando glorias
de las pieles tersas.
Todavía hay quien recuerda el litro
de cerveza compartido a morro y a veinte duros,
cuando reíamos en grupo
y llorábamos de dos en dos.
Cierta melancolía de la tibieza
sobre la hierba amurallada,
el espontáneo estallido de pasiones concertadas
en el subterfugio de la mirada.
de las golondrinas en las manos
que exploraban bajo las camisas los pliegues
donde anidar un rato.
Las noches de concierto y humo prohibido,
humedades robadas a lengua en torsión
y los salados sudores que dejaban regusto
en los labios al volver a casa,
donde soñar evocando glorias
de las pieles tersas.
Todavía hay quien recuerda el litro
de cerveza compartido a morro y a veinte duros,
cuando reíamos en grupo
y llorábamos de dos en dos.
Cierta melancolía de la tibieza
sobre la hierba amurallada,
el espontáneo estallido de pasiones concertadas
en el subterfugio de la mirada.