No sé por qué te dije amor
pero mis dedos de fósforo no dejaron ni ceniza
en las comisuras del sofá.
No sé por qué decimos algo alguna vez
con el desparpajo de los jilgueros de celofán
que anidan en las axilas.
Será que vivir es eso,
decirte amor,
llamarte muerte
o desnominarte por reconocerte anónima,
que lo nominal me asusta a cada aullido.
Será que hasta celebrarte duela
como duelen los satenes que manchamos
con zumos de enredadera.
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