Para cuándo la certidumbre
de lo posible y conveniente,
para cuando el fin
de la espina que se entreteje
en mis inermes brazos,
ligadura fiera
de vida en sueño.
Qué querencia
tiene mi ruta
hacia el nublado
que no puedo pasar
tragos de miel
sin la quinina que me tiñe
del amargor añejo.
Por qué no lo normal,
sin glorias
pero sin penas.
Quién pudiera
tiranizar puntual
las voluntades urticantes
que se oponen a lo correcto.
Encarcelar la infamia
en mazmorra perpetua
y exiliar lo egoísta
del amor a retazos.
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