Hilando virutas de luna
me tejí cota de malla
para incursiones nocturnas.
Impermeable a la tiniebla,
camuflado de cara oculta,
trazo órbitas a carboncillo,
bocetando batallas perdidas.
De invierno forjado
es escudo y armadura,
protegiendo primaveras
vitales de mis órganos ajados.
Otoñal el yelmo,
con la visera enmascara
el verano de un rostro
de sol ajusticiado.
Templé mi espada
entre pieles,
con acero de amapolas,
y su corte certero
abre carnes como puertas
de templos olvidados.
No hay rey que a mi me ordene
y plebeyo habito,
nunca vasallo,
triste figura,
luna de mayo.
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