Misterio parece,
amigo Sancho,
el afán humano
por ajar lo bello,
cual si ya no fuera efímera
toda vida siempre breve.
Porque el hombre
la flor corta,
asesinándola en plenitud,
para decorar por horas
su aposento gris,
o para agasajar doncella,
dama o meretriz,
con el fin último
de la carnal confluencia.
Todo viene de ahí,
querido Sancho,
de los instintos bajos
del animal que nos habita,
como si la vida dependiera
de saciar los apetitos,
sin más contemplación
por el mal hecho
a tal propósito.
Mas no creas,
viejo amigo,
que será este hidalgo
quien condene los placeres,
que son almíbar
en el tránsito amargo
hacia el final suspiro,
mas la belleza no debe
sacrificarse a la apetencia,
pues observar lo bello,
placer es donde los haya.
amigo Sancho,
el afán humano
por ajar lo bello,
cual si ya no fuera efímera
toda vida siempre breve.
Porque el hombre
la flor corta,
asesinándola en plenitud,
para decorar por horas
su aposento gris,
o para agasajar doncella,
dama o meretriz,
con el fin último
de la carnal confluencia.
Todo viene de ahí,
querido Sancho,
de los instintos bajos
del animal que nos habita,
como si la vida dependiera
de saciar los apetitos,
sin más contemplación
por el mal hecho
a tal propósito.
Mas no creas,
viejo amigo,
que será este hidalgo
quien condene los placeres,
que son almíbar
en el tránsito amargo
hacia el final suspiro,
mas la belleza no debe
sacrificarse a la apetencia,
pues observar lo bello,
placer es donde los haya.
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