Otro domingo a la espalda,
teñido de sol miedoso,
y en la garganta ese poso
de café viejo y canalla,
el cigarrillo alevoso
tras la tostada cerveza,
todo acaba, nada empieza,
en este día casposo.
Para aliviar mi cabeza,
vierto rimas a granel
sobre invisible papel
de virtuales certezas.
Cuando se escarcha la miel,
en el frasco de a diario,
escapar del vecindario
te protege más la piel
de la hoja de calendario
que ignora las primaveras,
estrechando las aceras
de la calle del calvario.
Por eso llevo a mi vera
cámara con objetivo,
el ojo más subjetivo
que ve flor en la escombrera.
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