Mira tú que yo
siempre amé violines en sonata
o en allegro triunfal,
incluso el pizzicatto.
Mas la claridad de ave
de la cuerda poseída por arco suave,
siempre tornó en quejido ronco
de violoncello en adagio,
en fuga fúnebre.
A veces en acorde seco
de contrabajo en blues,
gemido de saxo
a luz de barra.
No temáis que no vuelvo
a los ecos de los vasos,
que aun me quiero desquerido
y aparto nubes que me tumbaban,
prefiero confusión clara
que claridad confusa
refrigerada en hielo.
Más de motu propio
que ajeno,
que ajeno es todo
lo que se aleja
a la caza del fantasma
que engendran en los corrillos.
Ya fui,
a mayor porcentaje,
lo que se quiso,
también fui lo que no quiero,
no seré un subíndice
de los pronósticos.
siempre amé violines en sonata
o en allegro triunfal,
incluso el pizzicatto.
Mas la claridad de ave
de la cuerda poseída por arco suave,
siempre tornó en quejido ronco
de violoncello en adagio,
en fuga fúnebre.
A veces en acorde seco
de contrabajo en blues,
gemido de saxo
a luz de barra.
No temáis que no vuelvo
a los ecos de los vasos,
que aun me quiero desquerido
y aparto nubes que me tumbaban,
prefiero confusión clara
que claridad confusa
refrigerada en hielo.
Más de motu propio
que ajeno,
que ajeno es todo
lo que se aleja
a la caza del fantasma
que engendran en los corrillos.
Ya fui,
a mayor porcentaje,
lo que se quiso,
también fui lo que no quiero,
no seré un subíndice
de los pronósticos.
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