No me vale la sal de la Tierra,
ni el pan nuestro de cada día,
para justificar la estancia
en esta alcoba sombría
con vistas a algún solar.
Será el aire que desayuno
o los malos encuentros
por los espejos sucios.
No me vale el sol tardío,
rendido a la primavera más perezosa.
Los rostros de escayola
de los viandantes de gelatina
visten sonrisa de encargo.
Suicida fumo,
camuflando el aroma de vinagre
de las mujeres yermas
que se cruzan,
mirando las aceras
en busca de sus miedos en herencia.
En la oficina,
sin novedad posible,
los objetos me observan
como prescindible.
De fondo,
"Variaciones Goldberg",
donde un piano me enseña
las reglas del Universo.
ni el pan nuestro de cada día,
para justificar la estancia
en esta alcoba sombría
con vistas a algún solar.
Será el aire que desayuno
o los malos encuentros
por los espejos sucios.
No me vale el sol tardío,
rendido a la primavera más perezosa.
Los rostros de escayola
de los viandantes de gelatina
visten sonrisa de encargo.
Suicida fumo,
camuflando el aroma de vinagre
de las mujeres yermas
que se cruzan,
mirando las aceras
en busca de sus miedos en herencia.
En la oficina,
sin novedad posible,
los objetos me observan
como prescindible.
De fondo,
"Variaciones Goldberg",
donde un piano me enseña
las reglas del Universo.
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