En las alas del aire negro
viajan palabras oscuras
que envenenan hemisferios
del planeta y la cordura
se esconde en el aguacero
de la llovizna más pura,
por regar el orbe entero
y apagar así las llamas
del fuego de la demencia,
que engulle todas las ramas
de la razón y conciencia.
No hay posible convergencia
entre el hombre insostenible
y la luz de la experiencia.
Casi todo es previsible,
entre el ciclo y la órbita.
Se repite lo posible
en la ciudad más inhóspita
de algún país pendenciero
atestado de gañanes.
Pero nos queda el consuelo
de sabernos tan mortales,
tan leves, perecederos,
como lo son nuestros males.
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