Tengo recogidos los afectos,
ordenados sin clasificar,
mientras el móvil se estremece
de emociones subrogadas.
Se entierra la sardina
en mi barrio de redobles
y yo aquí,
al borde de la máscara,
evocando los disparos
sobre rostros de acuarela
de otro año,
en que la cámara ávida
engullía comparsas.
Martes de Carnaval,
mutante colorido
en la memoria bordada.