En el camino quedan
los agradecimientos sin evidencia,
los gestos ahogados
en celofán de prudencia
y la música de las miradas.
Como soberbia se toma
el apresurado hacer
del inexperto en convenciones.
Me disculpo sin contrición
de lo que no hay consciencia,
sacudido por el desplante
y las lecciones aprendidas.
Mejor callar,
como ya es hábito forzado
y no mirar
a quien se apea en la orilla.
los agradecimientos sin evidencia,
los gestos ahogados
en celofán de prudencia
y la música de las miradas.
Como soberbia se toma
el apresurado hacer
del inexperto en convenciones.
Me disculpo sin contrición
de lo que no hay consciencia,
sacudido por el desplante
y las lecciones aprendidas.
Mejor callar,
como ya es hábito forzado
y no mirar
a quien se apea en la orilla.
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