lo que adolece lo alado,
jaleando lo estipulado,
oliendo lo que mal huele,
soleando como se suele
los suelos de algún salón,
abordando algún bordón
de algún telón telonero,
con agua del aguacero
que inunda la fundición.
Se marchitaron los brotes de versos en las yemas de estos sarmientos, gélidos de la nevada, y el racimo es promesa por incumplir. No abu...
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