Hay a veces nubes
atrincheradas en tu ceño,
nubes grises de silencio agudo
relampagueando mis solares
en quieta tempestad
sin consumar.
Y abro mi paraguas
de interrogante estúpido
y no llovizna,
mas el trueno susurra
desde la lejanía de los valles
en que te ubicas.
Soy lo que fui,
lo que seré a tu modo,
y al mío mejorado
pues saldré a las luces
cuando rompa la pupa
que me aprisiona,
larvado,
y desplegaré alas
para tus vuelos.
sábado, 17 de julio de 2010
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