Ese odio,
el resentido,
atesorado y ahorrado,
siempre disponible para ejecutarlo,
estría las cortinas
y las sábanas escarcha.
Ese odio,
en vanagloria,
con orgullo expuesto
en las calles mayores de lo cotidiano,
suele engendrar criaturas
encarnadas de rabia.
Ese odio es llama
que toda flor abrasa
y hace inviable cualquier jardín posible.
Ese odio,
irrenunciable,
como si un derecho fuera,
ejecuta las sentencias más sumarias
con poca opción para el recurso.
Ese odio es fiera,
obvia las razones
y arranca de la raíz profunda
de la bestia primigenia.
No es humano,
es animal de mordida necia
y poco espacio deja para la ternura.
Yo no albergo odio,
mas ese odio,
me carga la asadura
de rabia razonada
y el dolor agota
si no encuentra paliativo.
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