Los cipreses del tanatorio
se yerguen bajo la lluvia necia
en las despedidas,
silentes testigos
de los adioses diversos
y las adhesiones al duelo.
Se besa mucho,
se estrechan manos
y se solventan protocolos
en rituales torpes.
El útimo jardín,
empapado de nostalgia
que las nubes vierten
a ritmo de marcha,
es portal de ida
a ningún sitio.
Dentro,
las flores regaladas
brillan
sabiéndose marchitas.
se yerguen bajo la lluvia necia
en las despedidas,
silentes testigos
de los adioses diversos
y las adhesiones al duelo.
Se besa mucho,
se estrechan manos
y se solventan protocolos
en rituales torpes.
El útimo jardín,
empapado de nostalgia
que las nubes vierten
a ritmo de marcha,
es portal de ida
a ningún sitio.
Dentro,
las flores regaladas
brillan
sabiéndose marchitas.
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