No supe caminar las aguas
y solo multipliqué los peces
que te entrego en los temblores.
Resucito a cada poco
y el vino lo bebo ya convertido.
Desalojé mercaderes
de los templos más paganos,
subí montañas para hablar a nadie
y me tentaron todos los pecados.
Alguna vez apartaron de mí el cáliz
y si me arrodillé entre olivos
fue en recolecta de aceituna.
Me traicionaron,
me negaron antes y después
de que cantara el gallo
y crucificado fui,
en figurado,
expuesto
a las jaurías.
Nunca hubo séquito de apóstoles
ni habrá evangelio ni memoria,
pues sólo fui hijo de un mal padre,
como tantos otros,
y si purgué pecados ajenos
fue por torpeza.
De madre más mártir que virgen,
de hija heredera de sólo renglones,
de mujeres pasajeras
de navíos de tempestad
y una gaviota paciente
que vio mi muerte
y vive mi vida.
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