En algún pliegue del tiempo
se forjó la figura en bronce
de aquel hombre de leyenda
que amasó palabras
con arcillas negras
de los campos de batalla.
Creció por los senderos
alimentándose de frutos de experiencia
y de cadáveres siempre injustos
pero siempre aprovechables.
Pretendió amar
cuando el amor no era
y dejó jirones de ánimo
en las zarzas incendiadas.
Soñó revoluciones
que acabaron envasadas
en bolas de cristal en las que nieva,
siempre invernales,
gélidas y figuradas.
Se sabe que murió
en alguna fecha sin mármol
y ni su nombre quedó
en los anales.
Podría haber sido cualquiera
y quizá ni fue.
se forjó la figura en bronce
de aquel hombre de leyenda
que amasó palabras
con arcillas negras
de los campos de batalla.
Creció por los senderos
alimentándose de frutos de experiencia
y de cadáveres siempre injustos
pero siempre aprovechables.
Pretendió amar
cuando el amor no era
y dejó jirones de ánimo
en las zarzas incendiadas.
Soñó revoluciones
que acabaron envasadas
en bolas de cristal en las que nieva,
siempre invernales,
gélidas y figuradas.
Se sabe que murió
en alguna fecha sin mármol
y ni su nombre quedó
en los anales.
Podría haber sido cualquiera
y quizá ni fue.
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