Si es que yo sabría,
cuando los azules se vierten,
cuanta espesura se desborda
sobre mi ser y mi mente.
Si es que yo intuía,
al ver morir las aves,
cuanta impaciencia me cabe,
y cuanto trino moría.
Y es así,
que el vivir no es un regalo,
que nada es bueno o malo,
que es vivir.
Y es así,
que el sentir no tiene norma,
como el ser no tiene horma
para modelarte a tí.
Es la aurora,
la que manda en mi ventana,
tenga más o menos ganas,
para empezar las horas
de vivir,
del padecer rutinario,
del titular de a diario,
del morir,
de gentes desconocidas,
lejanas pero entendidas,
por similitud,
por vivir aquí,
por seguir así,
con esa actitud,
que me ciega,
me lleva a tumbos y espera
que alumbre todo camino,
mar de pinos,
combustibles como la cera,
que me aniega
los barrios donde crecí,
donde hay templos
del silencio,
del miedo y del sinvivir,
sin aliento,
de momento,
hasta el día del recibir
sacramentos
falsos vientos
que ahogan cuanto aprendí.
martes, 21 de septiembre de 2010
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