Es triste ver la barrena
en que incurren los ángeles ciegos,
desplegando sus alas de cera
al Sol que incinera
esperanza y virtud.
De rescate no tengo aptitud,
mi linterna agotó ya su luz.
De lejos veo el ocaso,
la caída que casi me arrastra
de ese astro que se desastra,
con saña te lastra
a un pozo de hiel,
que confunde con la dulce miel,
el veneno dónde busca el bien.
No sé leer los futuros,
los humanos ni zodiacales,
sólo veo la pena a raudales
que inunda los mares
teñidos de gris,
por borrascas que no sometí,
pues de brujo no soy aprendiz.
Mas pelearé por mi estrella,
esquivando gritos de gaviota,
barreré hasta las lágrimas rotas
que vierte en derrota
y se tornan cristal,
ya está bien de ver lo que está mal,
que vivir puede ser muy normal.
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