Un corazón encogido,
encogido como vagabundo,
se recuesta en el centro del mundo
y un jilguero iracundo
le dice que sí
que ha llegado la hora del mar
y las olas se han puesto a cantar.
Qué me dirán las palomas
que me acosan cuando llego al parque,
que no hay modo de que me desmarque
que es hora de embarque
y quiero llegar,
y el velero no puede esperar
sin mareas para derrochar.
Se me desprende un aullido,
delatándome el lobo interior,
pero es causa de fuerza mayor
que la bestia y la flor
se desborden por mí.
No hay futuro para el colibrí
son de hielo las flores aquí.
He conocido mujeres,
seres de espuma y de remolino,
encrucijadas en mi camino,
y lo elegido
me trajo aquí,
a esta casa de piedras de sal,
donde un sueño me saca a bailar.
He moldeado la arcilla,
en el torno de carne mortal,
la figura se ha puesto a cantar
y me hace llorar
y me hace reír,
que no haya ni un rezo por mí
que es que ahora ya puedo morir,
que su sueño es mi único fin.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comente si quiere que se publicará si me place.