Hay horas tenaces,
aferradas a la voluta
del humo eterno
del cigarrillo a destiempo.
Longevas horas
usurpan tu estancia
y la mente en pausa,
suspendida de un latido
queda envasada
en conserva oleosa,
esperando reinicio.
Hay cadáveres de tiempo
colgados del respaldo
de la silla que te asume.
Eres inmóvil mueble
en pausa,
impasible al polvo
que lento te abriga.
Sabes que vendrá,
el destello
o el gesto,
el retorno a lo común
y las horas,
desalojadas del humo,
continuarán camino,
precipitadas antes,
despues cadenciosas,
iguales,
disciplinadas.
miércoles, 17 de octubre de 2007
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