No hay quien doble las esquinas,
pero sí quien las afile
o en inglete las corte
multiplicadas las sorpresas
de cada vuelta.
Cada nuevo encuentro
es un disparo de mirada,
escalofrío de gesto.
¿Te conozco?
Puede,
tal vez aquel día
te vendí una palabra,
no recuerdo,
mas familiar eres
aun en la extrañeza.
Creo recordar,
ahora parado en el sobresalto,
que te lo dije,
puede que sea cierto,
nos presentó el testigo
de grises manos.
Aquí el hombre,
aquí la muerte inoportuna.
Sea así
si no hay remedio,
apura el café cuajado,
paga
y vamos.
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