Te incorporas del lodazal,
donde no caíste,
donde te revolcaste
a sabiendas
y buscas lluvia,
agua clara de blanca nube
que arrastre las marcas
que te llevaron al cieno.
Hay que volver al camino,
al asfalto seguro y amplio,
abandonar el alambre
sobre el abismo,
mal funambulista
casi siempre ahorcado.
No hay jarabe para la culpa,
y la vergüenza extraviada,
solo el impulso nuevo,
reconducido,
te encarrila
lejos de la cuneta.
Mira la convergencia
de rutas en horizonte
y busca el ser
que quieres ser
y el estar
donde quieres estar
sin atajos ni rotondas.
Ni duele ni humilla
la bofetada oportuna
que espabila del letargo.
Nunca es bueno el sedante
si nubla realidades,
dolores,
rabias,
hastíos,
curan con voz amable
y ojo abierto,
deslumbrado.
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