Nunca,
nadie,
en ningún lugar
de los tiempos
venideros,
te dará
estas mareas
a luna abierta.
Nunca,
nadie,
nadie podría
alinear tus planetas
y provocar
eclipses en cadena
para tu sueño.
Nadie,
nunca
podrá llevarte,
cobijada en la yema
de un roce de dedo,
a la cima
de las glorias.
Nunca,
nadie
te compondrá
sonatas de aliento.
Nadie,
nunca,
en ningún segundo
posible,
te entregará
los tuétanos
como ofrenda.
Nadie,
nunca,
solo yo,
a tu demanda.
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