Personas hay
urticantes cual medusa,
persistentes en lo tóxico,
rebeladas al olvido,
cuya presencia es de espino,
emergiendo a cada poco
entre aguas de distancia
de espacio y tiempo
para herir lo que no tiene.
Mala sangre en tuétano
que envenena hasta la entraña,
contaminando el fruto
que proteger debía,
como venganza pobre,
alimentándose en el daño.
El daño no es,
si no fuera por lo anejo,
más que ortiga contra roble.
Mas personas hay
forjadas de sonrisa,
de metales tiernos
de fragua bien templada,
que ofrecen vida
en recipientes de aliento.
Indispensables personas
que reconcilian la existencia,
personas de miaja de lo humano.
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