Bajo tu ventana de espuma
pasé una noche de arena,
iba arrastrando cadenas,
prófugo de verde Luna.
Herido por los luceros,
allí me diste cobijo,
me curé en tus entresijos
y fui preso de tu pelo.
Yo que vengo del amargo,
del acero y de la espina,
al doblar aquella esquina
me desangré del letargo
que venía ya de largo,
bebiendo tu medicina.
Ahora estoy libre de cargos,
de tu barca pasajero,
el rufián, el majadero,
que te quiere sin embargo.
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