La luz de la ventana
se abarata al uso
y pinta colores apagados
sobre la ciudad gastada.
Dentro nada cambia.
Se vive,
se duele,
se cura,
se muere
y los días pasan
en gotero lento.
Las fechas se diluyen
en almanaques variables.
Los libros se agotan
de aportar argumentos
y los auriculares se funden
en listas de reproducción
demenciales.
Siempre hay
una putada terapéutica
que te duela por curarte.
Descolgar luego la sonrisa
qué evacúe los fantasmas
pues el lamento envenena.
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