Tras padecer infancia
donde el miedo sonaba
a cerradura intempestiva,
refugiándome en islas
de tesoros inciertos
a letra impresa,
mis labios torpes
supieron del beso.
rizó mi ánimo en los años tempranos.
A fuerza de luces,
me desnudé de mitos y pánicos sagrados
y nadé en arroyos de piel prójima,
buscando almas,
hastá que desvelé la estafa
de la pasión primate.
Sé a qué huele
el aliento de la muerte,
que no es más
que el deshilachado cabo
del cordón trenzado.
Casi nunca gana el bueno
y el placer no es culpable.
No hay justicia
que por poética se defina
y quien bien te quiere
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