De las lágrimas de un sauce
saltaron los peces que te acomodo
cuando asisto a tus entregas.
Luego, avellanando las aceras
con mi paso curvo,
me dispongo a los encuentros,
esquivando semáforos insolentes
y peatones de rojo.
Los escaparates de la ciudad de paso
se desertizan a cada poco
y algún maniquí huérfano
me mira en seco,
limosneando precariedades.
Es de esos días que no son,
que no computan ni en negro,
desgravables de lo vital.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comente si quiere que se publicará si me place.