Varados en los lodos de esta marisma,
náufragos de un temporal invisible
que nos quema las naves
para el no retorno a aquellas aguas
amables que fundían nuestros corales
en sólido arrecife.
En dique seco,
desarbolada toda barca
y sin lienzos que la empujen.
El mar sabe de nosotros,
para mal casi siempre
pero nos añora navegantes,
pintores de sus puestas,
poetas de las espumas
y cantores de los peces,
las gaviotas delatoras
y las brisas susurradas.
Que este barro necio
no nos succione
el ansia de ola.
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