Puede ser que llegue el día
en que tenga que confesar
mis disfunciones.
Cuando me hundo en gelatinas
que me ahogan
en soledades tan frecuentes,
qué más le dará a nadie.
Qué más le dará a nadie
mis silencios pisoteados
por las condescendencias.
Qué más le dará a nadie
que me derrame en versos
vomitados por digerir
esta vida que se me sustrae
a cada nada.
Qué más le dará a nadie
que confinado me extinga
si ya fui doblemente extinguible.
Qué más le dará a nadie
con lo puñetero que me entrego.
Entregado estoy,
cautivo, desarmado
y más sólo de lo presumible.
No son las prórrogas
las que hundirme puedan
que será la vida la que me deje
pero en su buen hacer.
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