No sé si te he hablado de las alamedas,
de las avenidas atestadas
y las plazas de domingo,
de los magnolios del parque
y el infernal ruido de los niños
en alud.
No sé si te conté lo de las dehesas
en tarde de dorado otoño,
con el verdeo de la encina
y las tórtolas desbocadas.
Puede que no te hablara de la gente,
de los peatones caóticos
colapsando anémicas aceras
a la primera de encuentro.
De los rumores en terraza,
hablando de ti al paso
sin disimulo ni rubor presumible.
De la música sin pantalla,
de los escenarios
y los pasacalles a gaita libre.
De la espera exasperante
por una consumición sin confinar,
en turno libre sin metros
ni mascarillas.
Puede que no te lo contara,
recuérdamelo otro día,
que igual no lo crees.
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