Cuando se van los valientes
la orfandad nos arrasa.
Porque hay gente en voz alta
de quien sabe lo que dice
y no hay pistola que arrugue el gesto
de quien la verdad ondea.
Es la gente necesaria
que siempre es abrigo
en el frío de los sepelios,
que siempre es la voz
que delata los silencios más cobardes
y estruendosos.
No pudieron contigo
en el nido de la serpiente,
epidemia mezquina de sangre abanderada,
y te llevó otra pandemia
en cuyas incertidumbres nadamos.
Cuando se van los valientes
siempre es fuera de tiempo
y el hueco que queda
es la aridez más cruel.
Siempre precisamos
de quien con palabras nos salve.
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