Ya sabemos lo que sabemos
y muchos saben más que los que saben,
así que nos olemos los culos buscando asintomáticos
de lo creyente o lo disidente,
como cánidos leales pero prestos a la jauría.
En tanto en cuanto, los lerdos,
multiplicados y orgullosos de su vacuidad,
del graznido lustroso de águilas imperiales
y el grito estridente de lo intimidatorio,
se pasean henchidos de consignas,
tradiciones y monsergas de misal,
rececho de montería
y burladero.
Otras tribus danzan alrededor de altares paganos
invocando alienígenas que nos libren de la ciencia
que cuestiona las verdades de lejías diluídas,
imposiciones de manos
y la era de Acuario,
desde esta planicie de planeta
ocupada por los microchips homicidas.
Ya sabemos lo que sabemos
porque sabemos más que los que casi saben,
porque nos quitan la venda
para crear la raza del emancipado,
el no creyente de lo razonable,
el profeta del suicidio colectivo.
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