No se dicen las cosas como se decían cuando la palabra era huella,
no un explosivo volátil y aleatorio a la declamación o la coma,
tal y como ocurre en este tiempo de la tachadura preventiva.
No se dicen las cosas,
se dicen los silencios y se arrojan al rostro como esputo de desprecio.
No se dicen,
no nos decimos y callamos y no oímos
y sin saber actuamos al albur de las ráfagas de viento.
Si dices porque dices,
si callas porque otorgas
y en los decires muerdes
y en los callares empuñas las facas ávidas de riñón descubierto.
No se dicen las cosas como cuando se insultaba en crudo,
sin cocción a baja temperatura,
al vacío en plásticos contaminantes.
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