Hay horas muertas, mutiladas,
en batallas perdidas de antemano,
tiempo asesino de lo humano,
tiempo de flores disecadas.
Y uno se recrea en el espino,
en el daño propio y el ajeno,
pobre equipaje de un camino
para dormir siempre al sereno
trocando estrellas por destino.
Cáustica es la lágrima que destila
el ojo mirado con ternura,
y en la palma toma encarnadura,
y en el centro siempre deja estigma.
No es hora de resucitados,
ni redentores de las almas,
ni de evangelios por las armas,
que es hora de resultados,
de resúmenes fríos sin pasiones,
índice y texto sin acotaciones
que está todo redactado.
Y es tropiezo el caminar,
con la bota segar las flores
marchitando los colores
que no se pueden replantar.
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