Cuando las palabras se lanzan
viniendo desde lo atávico,
de la víscera cruda
sin tamiz de razón,
laceran la inteligencia.
Se vomitan credos,
recelos ancestrales
y se sentencia a fe pura.
Nada hacemos cerrando
los diafragmas de la mente,
el desenfoque se agudiza.
En los borrosos colores
del instinto
no hay detalle,
se invocan los fantasmas.
viniendo desde lo atávico,
de la víscera cruda
sin tamiz de razón,
laceran la inteligencia.
Se vomitan credos,
recelos ancestrales
y se sentencia a fe pura.
Nada hacemos cerrando
los diafragmas de la mente,
el desenfoque se agudiza.
En los borrosos colores
del instinto
no hay detalle,
se invocan los fantasmas.
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