Pasajero accidental,
o quizá no tanto,
de este buque a la esperanza,
recorro las cubiertas
sintiéndome polizón
entre viajeros terminales.
Moribundo embarqué,
con rumbo incierto,
y ahora veo tierra
que oferta amarre,
buen puerto parece
para un bucanero
venido a menos.
Navío de hormigón,
cristal y acero,
con bandera de lo humano,
tripulado por gentes
reclutadas en la ciencia
de navegar eludiendo muerte.
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