Dormir un mes,
un año quizá,
sólo lo necesario
para asear la mente
de los posos de rabia
que la obturan.
Aletargar,
vegetativo
hasta nuevos soles
en los que sólo quede
lo cierto,
malo o bueno
pero evidente.
Descanso necesario
para el entorno,
siempre colgado
de la incógnita
entre comillas,
presumiendo fortalezas
que a veces pierdo.
Dormir
como túnel de tiempo.
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