A la factoría del remiendo vamos
cuando los males nos arrinconan
y, a corte y zurcido,
recomponen lo posible
gentes doctas,
reescribiendo biografías,
alterando fechas marcadas
por los azares vitales.
Y aquí estamos,
material de trabajo,
practicables,
sujetos de estudio
de la ciencia que nos salva.
A veces la paciencia
abandona al paciente,
que verse quisiera
como el niño que jugaba
entre zanjas de obra,
trincheras de reconquista.
Pero este es el templo,
el único donde sanan,
sin milagrería ni embrujo,
siempre que se pueda,
al que vida quiere.
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