Las arcaicas columnas
de memoria pétrea
siguen pariendo cómicos
para las noches de estío
que mezclarán en aliño
palabras del origen de los tiempos
con expresiones del ahora.
Un rito de entrega
en el templo de la escena,
resucitando dioses enterrados
para dar luz
a nuestra actual tiniebla.
La brisa tibia
de un Guadiana recalentado de agosto
transporta los cantos de las ninfas,
los faunos,
el lamento de los dioses desterrados,
las arengas de los héroes
y los suspiros
del amor furtivo.
En Mérida se colapsa el tiempo
y siempre es sueño
cualquier noche de un verano.
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