Tras la puerta,
sólida y opaca,
habita el miedo.
La cerradura herida
se queja impotente
por el último giro
de llave falsa.
Las paredes sudan
frías humedades
de lágrima atrasada,
y el tabique,
abombado por el eco
de tanto drama cotidiano,
quisiera ser cortina.
Los espectros creados,
hijos de las memorias,
tapan sus oídos lacerados,
refugiados bajo los muebles.
Teléfono inválido
por el resignado olvido,
queriendo saltar
y ejercer funciones,
propias o ajenas.
Quisieran respirar
las ventanas casi soldadas,
abrirse de par en par
tragando luz nueva
que ahuyente al monstruo.
Será tarde la hora,
tardarán los ángeles
a la no llamada,
y el forense,
maestro de última ceremonia,
cerrará el acto,
notario de horrores a destiempo.
Sentir el terror en tu propia casa..no es vivir
ResponderEliminarLa vida y la muerte se suceden, todos tenemos pánico a que sea en nuestro propio hogar.
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