Cuando nací
fui algo prematuro,
nadie por mí
daba ni un puto duro.
Así crecí,
quizá algo inseguro,
acumulé
ladrillos en el muro.
Luego busqué
hazañas y gigantes,
solo topé
molinos y mangantes.
Cruces cargué
al lomo doblegado
y las quemé
cuando hube despertado.
Sembré una flor
pero yerré en el tiesto,
fallas de amor
y lechos indigestos.
Es verdad
que la vida poco me va a dar,
qué más da,
si al final
sólo nos queda el morir,
eso sí.
Razonar
qué sentido tiene el existir
y sufrir,
puede hacer
que el tiempo pueda correr
sin creer.
Cabalgar
a los lomos de la libertad
no está mal,
despertar
en la celda hace llorar.
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